"LOS PRIMEROS VALSES VIENEN DE LITERATURA PERFECTAMENTE CANÓNICA"
Cinco preguntas a Fred
Rohner, profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
a propósito de su reciente libro: La guardia vieja. El
vals criollo y la formación de la ciudadanía en las clases populares
(1885-1930). Después de las respuestas,
querido lector, encontrarás unos fragmentos de la introducción, seleccionados
por el propio autor. Que empiece la jarana.
Recién salido de galeras. Un libro que sin duda actualizará muchas discusiones sobre el origen y la función social de la música criolla y que ataca, de paso, aspectos nuevos en su abordaje.
1.¿Qué podemos o debemos entender por guardia vieja?
--Usualmente
se ha entendido por guardia vieja a la primera generación de músicos criollos.
Sin embargo, en el libro intento de mostrar que la idea de generación que
usualmente manejamos no se ajusta a los músicos que integran esa guardia vieja.
Es decir, son parte de una generación pero no en el sentido cronológico, sino
musical. Lo que los une es utilizar al vals como forma musical central en su
composición e interpretación.
2.¿Por qué el vals es el género que más asociamos o
mejor representa este período?
--El
vals es la forma que estos músicos utilizan y de la que se apropian como forma
de autorepresentación frente a la sociedad limeña. El vals, al ser un género
surgido o asociado con los salones de las élites, permitía que estos músicos de
origen popular se presentaran frente al otro jerárquico como sujetos modernos y
decentes.
3.¿Qué mitos has encontrado o deconstruido en el
curso de esta investigación?
--Más
que desmontar mitos, esta investigación buscaba explicar de manera más fina por
qué el vals, un género extranjero, se había consolidado con los años como el
género popular más querido de los limeños durante casi todo un siglo. Las
explicaciones que apelaban solo al gusto o a la moda me parecieron sospechosas
e insuficientes, algo más debía ofrecer este género a los músicos populares y
sus círculos para despojarse de los géneros que hasta entonces les habían
resultado no solo queridos, sino efectivos en su proceso de inserción social.
Ya no era necesario mostrarse como cristianos (canto de décimas a lo divino por
ejemplo) o como conocedores de la tradición hispánica (canto de coplas en
marineras y tantos otros géneros), ahora había un nuevo valor que había que
representar y este era la modernidad.
4.Un problema crucial es al fijación de los textos.
Las fuentes son diversas y dispersas, se registran muchos cambios de una
versión a otra. ¿Cómo debe fijarse el canon de la Guardia Vieja?
--El
asunto de la fijación de los textos es complejo y de hecho formaba parte de un
apéndice de la tesis que dio origen a este libro que lamentablemente ya por
cuestión de las dimensiones de la publicación no pude incluir. Esa complejidad
se explica porque una buena mayoría de los textos de los primeros valses
provienen de literatura perfectamente canónica que fue fuertemente intervenida
por los compositores de esos años. ¿Cuál de esos textos es el texto del vals? ¿el
del poema original? No, no creo que podamos decir eso. Creo que aún hace falta
tratar a nuestros valses con todo el respeto que tratamos otros textos
literarios, porque -pese a quien le pese- eso son, una de las partes más
importantes de nuestra literatura. Faltan ediciones críticas que muestren los
procesos de cambio y de adaptación de esos textos hasta devenir en los valses
que conocemos. Todavía hay trabajo por hacer allí
5.¿En otras tradiciones musicales de América Latina
(tango, pasillo, corrido, ete al) existe algo parecido a la idea de guardia
vieja?
--De hecho, el nombre de guardia vieja se utiliza en el tango antes o
casi a la par que en el Perú para hablar del vals. Se trata de idear y recrear
etapas míticas de nuestras músicas populares. Nosotros tuvimos un parte aguas
que fue Pinglo, todo lo anterior sería Guardia Vieja para muchos, aunque Pinglo
haya sido coetáneo con muchos de esos músicos; en Argentina quizás ese parte
aguas sería Gardel, el Gardel post dúo con Razzano. Estas etiquetas forman
parte de clasificaciones elaboradas a veces por la industria, a veces por otros
actores centrales en el fenómeno musical, lo que realmente dudo es que los
hayan usado los propios músicos de entonces.
Fragmentos de una introducción / Fred Rohner
Esta investigación no es, ciertamente, una
investigación musicológica. Antes bien, hemos querido integrar enfoques y
miradas propias de distintas disciplinas para localizar al fenómeno musical, en
este caso al vals, en el centro de algunos de los debates más importantes en la
academia peruana. No se trata solo de elaborar una historia del vals criollo o
de los artífices que permitieron su consolidación como parte del patrimonio
musical de los limeños de las clases populares; se trata de un estudio de las clases
populares y de sus estrategias de negociación y de autorepresentación social y
ciudadana a partir de uno de los elementos clave en esa tarea para esta
población: la música.
En las primeras
décadas del siglo XIX, como parte de la nueva influencia cultural europea que
se generó tras los procesos de independencia en América Latina, el vals arribó
a estos territorios. González y Rolle[1] proponen la década de 1820
como el momento inaugural del vals en América. En esa misma década, el ejército
argentino y chileno primero, y el colombiano y venezolano después, intentaban
sellar sus independencias enfrentando el último bastión importante del ejército
realista afincado en el Perú. El Perú, particularmente Lima, había sido desde
el siglo XVI el centro principal del poder colonial en Sudamérica. Pese a todo
ello, aunque el retrato de esos años parezca estar marcado por la convulsión,
la situación bélica y política no significó la suspensión de la vida cultural
pública, menos aún privada, de la ciudad. Las victorias de los ejércitos fueron
precedidas por la tertulia y concluidas por los bailes. Es en estos bailes y en
los espacios privados de las élites donde debemos situarnos para ubicar el
ingreso del vals en el Perú.
El vals simboliza
musicalmente el ingreso del Perú en una nueva era. Es símbolo de la modernidad
y del ingreso de los códigos europeos de la civilización. A lo largo del siglo
XIX, ese vals inicial irá consolidando su presencia, junto con otros géneros
musicales, en los salones de las élites, en sus celebraciones, en sus veladas.
Se comenzarán a componer valses con evocaciones locales en los títulos (“Perlas
limeñas”, “Recuerdos de Lima”, etc.) y de ese modo iniciará lentamente su
proceso de peruanización. No obstante, en el ámbito estrictamente musical,
estas primeras composiciones seguirán sonando europeas. Hasta fines del siglo
XIX, la mayor parte de los valses conocidos compuestos en el Perú no habían
logrado desprenderse de sus modelos europeos. El espacio por excelencia de ese
vals estará constituido por el salón y por la partitura.
Los sectores
populares, como afirman viajeros y cronistas, seguirán siendo fieles a la vieja
zamacueca y a los otros géneros criollos o de la tierra.[2] Sin embargo, muy pronto
esos valses abandonarán la exclusividad del salón decimonónico y comenzarán a
infiltrarse en las plazas y en los espacios públicos. De la mano de las bandas
y de las estudiantinas, los géneros modernos comenzarán a inundar el paisaje
sonoro de la capital peruana con sus nuevos ritmos y sus melodías. La
renovación del espacio público oficiada por la élite modernizadora durante el
último tercio del siglo XIX reorganizará la exposición sonora y musical de la
población. Desde las céntricas pérgolas de las plazas se irradiarán las nuevas
melodías y una idea de modernidad sonora a la que los sectores populares
aspirarán y de la que paulatinamente se irán apropiando.
Banda de la Compañía de Bomberos Cosmopolita. José Sabas Libornio, un músico filipino, compositor de "Marcha de las banderas", fue su fundador y director. Circa 1900.
El traslado del
vals al espacio público le permitirá moverse nuevamente hacia un nuevo espacio
privado distinto: el de la fiesta popular, la serenata, etc. Ese vals
relocalizado será poco más tarde el que se impondrá como el género más
representativo de la capital del Perú. Su patrimonialidad entre los sectores
populares limeños lo revestirá de nuevas melodías, de nuevas estructuras
sonoras, estróficas, se intensificará la presencia de textos cantados dentro de
los valses (los anteriores eran mayoritariamente instrumentales) y, con ello,
se dará inicio a lo que se conoce como vals criollo limeño.
A la generación de
músicos, compositores e intérpretes mayoritariamente populares que llevarán a
cabo este proceso de transformación se le conoce en la actualidad como la
Guardia Vieja. Representan, por así decirlo, la etapa mítica del vals criollo.
La documentación sobre estos sujetos es escasa; sus nombres, sus fechas de
nacimiento, su autoría, se confunden con las de sus pares. Durante muchos años
además, cuando ya la industria fonográfica se consolidó en el Perú, muchos de
los valses de esos compositores aparecían únicamente atribuidos a esa entidad difusa
denominada Guardia Vieja. Sin embargo,
ya para ese momento el vals criollo había logrado cierta estabilidad ontológica
y muchos de los valses compuestos en las primeras décadas del siglo XX se
habían canonizado en el entramado de lo que había pasado a considerarse música
criolla limeña.
Nuestra propuesta
es que en la construcción de ese canon valsístico de la Guardia Vieja se ponen
en evidencia los distintos mecanismos utilizados por los sectores populares
para adentrarse en el cuerpo de la nación peruana. La idea que anima el trabajo
es que, paralelamente a la construcción de una ciudadanía formulada desde los
espacios tradicionales del accionar político y social (sindicatos, luchas
sociales y la penetración en el cuerpo del Estado), los sectores populares
hallaron en el ámbito cultural (específicamente en el musical) un lugar para su
posicionamiento dentro del cuerpo social de la nación que remontara su
localización tradicional dentro de lo que se ha denominado la plebe limeña.
De entre todos los géneros musicales que
posibilitaban esta reubicación y reconstrucción del sujeto popular limeño, fue
el vals el género que permitió a estos grupos evidenciar su manejo de un
conjunto de códigos propios de la cultura letrada de las élites modernas y
operar, a través del conocimiento y la utilización de estos códigos, una
negociación no pactada que desembocó en la oficialización de prácticas
culturales que solo unos años antes habían sido tenidas por incivilizadas y que
habían condenado al sujeto popular a habitar los márgenes del imaginario de la
nación.
[1] Rolle,
Claudio y Juan Pablo González. Historia
social de la música popular en Chile, 1890-1950. Pp.108-109
[2] Fuentes,
Manuel A. Guía del viajero en Lima.
Lima: Librería central, 1860 pp.272-273 (Edición Facsimilar de César Coloma,
1998); Radiguet, Max. Lima y la sociedad
peruana. Lima: BNP, 1971, p.171.
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